Afrontamiento de una situación traumática
Nos ha parecido un tema que puede ser adecuado en respuesta a los últimos sucesos relacionados con el fuego e incendios que han tenido lugar en nuestro país en los últimos días. Lo dicho en este artículo puede ser aplicado a cualquier otra situación con tintes traumáticos, es decir, acontecimientos que por su carga de dureza y consecuencias en la vida de las personas, merezcan el calificativo de atroces y con implicación en la integridad física y/o psicológica de quien los padezca.
En primer lugar, decir que es difícil ponerse en el lugar de quien padece algún tipo de tragedia, tanto individual como colectiva. En el caso que nos ocupa, hablamos de un mal que ha perjudicado a poblaciones enteras, más allá del disgusto de quienes somos tristes espectadores. La intervención en crisis, se nos antoja imprescindible, tanto desde el punto de vista práctico como psicológico. Hay que priorizar en poner a salvo las vidas de los seres humanos y animales, para luego centrarnos en los bienes materiales. Son los diferentes operativos especializados quienes se ocupan de esta labor y a quienes debemos obedecer en todo momento.
En el apartado psicológico, hoy en día contamos con profesionales especializados en intervención en crisis, que nuestros gobiernos ponen a disposición de los afectados. La primera actuación va encaminada a prestar todo el apoyo que demanden los perjudicados. Esta labor es fundamental para ayudar a amortiguar un golpe de este calibre: peligro para la vida, pérdida de casas, cultivos y otra propiedades y, en el peor de los casos, fallecimiento de algún vecino. Ante tal impacto y desconcierto el recibir un abrazo y atención tiene gran efecto terapéutico. Entiendo importante, no regodearnos en la contemplación constante de imágenes relacionadas con el suceso; el tener apoyo del entramado familiar y social en muy beneficioso; expresar y desalojar dolor interior, esta demostrado que también tiene efecto terapéutico, y por tanto curativo; ponernos "en modo"reconstrucción" desde el minuto uno, justo después de la tragedia, hará que las cosas vayan normalizándose, fuera y dentro de nosotros; llevar al extremo nuestra capacidad de resistencia emocional y adaptativa; dar tiempo a superar "este tipo de duelo" pero de forma activa, haciendo por nosotros y no abatiéndonos para acabar de asimilar lo sucedido y aferrarnos cuanto podamos a la vida.