Es la prima hermana de la preocupación excesiva, solo que referida a fijar la atención en la posibilidad de que nos aparezca alguna enfermedad y que esta sea de carácter grave. Nos observamos de manera constante y nos alarmamos ante la percepción de cualquier molestia o fastidio físico, interpretándola de manera catastrofista. Se paga un alto precio emocional al pensar de esta manera, ya que nos imaginamos cuestiones de salud que pueden poner en riesgo nuestra vida, de forma infundada. Nos adelantamos claramente a los hechos. Genera mucha ansiedad y no nos deja vivir, visitando permanentemente al médico, siendo dicha visita infructuosa.

¿QUÉ PODEMOS HACER ANTE ESTE ESTILO DE PENSAR? Es importante considerar que con pensar mucho en la posibilidad de tener algo grave, no ganamos nada, más bien perdemos nuestro malestar. El preocuparse por las enfermedades no las evita ni nos protege ante ellas. Lo que esta de venir vendrá, pero no depende de nosotros, sino del azar. Debemos hacer esta reflexión, no pensar mucho en ello.