EL PODER DE LAS PALABRAS
Es incuestionable la influencia que las palabras tienen en nuestros estados emocionales. En este artículo, más que referirnos al efecto que tienen externamente, es decir, cuando las proferimos hacia el prójimo, vamos a centrarnos en la palabra interna.
¿QUÉ ES LO QUE QUIERO DECIR?
Palabra y pensamiento tienen una relación muy estrecha, tanto que, a veces, son la misma cosa. La palabra es la expresión de lo que estamos pensando en ese momento. Por ello, dependiendo de la frase que nos estemos diciendo, nos sentiremos de una manera u otra.
¿QUÉ PASARÍA SI APRENDEMOS A DECIRNOS FRASES POSITIVAS, EN LUGAR DE TENER UN DIÁLOGO INTERNO NEGATIVO?
Pues directamente cambiaría nuestra actitud y nuestra forma de ver las cosas. No es cuestión de "lanzar al aire frases utópicas o irreales ante situaciones adversas", pero si podemos cambiar el sentido de nuestra fraselogía saboteadora. Lo mejor es ilustrarlo con un par de ejemplos.
1.- Imaginemos que nos fue mal en el trabajo y por ello pensamos "que no somos eficaces en lo que hacemos y nos criticamos por ello". RESULTADO: me siento inútil e incapaz. ALTERNATIVA: Estoy de acuerdo que mi actuación no ha sido la mejor, pero sigo siendo el trabajador tantas veces alabado. RESULTADO: no evito la realidad del momento, pero no soy injusto y subjetivo conmigo.
2.- Voy a emprender un nuevo negocio y a mi acuden frases saboteadores, tales como "me irá mal, tengo el ejemplo de la última vez, no lo veo nada claro, etc". RESULTADO: incertidumbre y miedo extremo. ALTERNATIVA: he hecho un buen estudio de mercado y confío en mi capacidad. Asumo el riesgo que conlleva esta empresa, pero voy a darme una oportunidad para demostrarme lo que valgo. RESULTADO: no eludo el riesgo de la operación, pero lo afronto con osadía y confianza. Tendré más posibilidades de que el negocio salga bien. Darle importancia al diálogo interno y convertirlo en nuestro amigo, es de enorme importancia a la hora de dirigir nuestra vida cognitiva y emocional.